26 de octubre de 2018. Una fecha más para la mayoría. Intrascendente e insignificante. Quizá puede llamar la atención por ser viernes pero poco más. Para el núcleo familiar de Toni Casulleras tiene una cota superior y hasta cierto punto incómodo de recordar. Hoy, se cumplen 10 años de la mayor angustia, ansiedad y preocupación que vivió el delantero de la Unificación Llefià, cuando en la previa del partido entre el Santfeliuenc y el Canyelles sufrió un episodio impronunciable para Toni durante la entrevista.
“Recuerdo que iba en la moto junto a mi mujer para recoger la mochila y el chándal a casa de mis padres antes de ir el partido ante el Santfeliuenc, de Regional Preferente. De camino, cuando nos quedaban 50 metros para llegar, nos paramos en un semáforo y me pasó “eso”. Perdí el conocimiento y cuando me desperté ya me encontraba en el hospital. Me contaron lo que me había ocurrido. Fue una situación que nunca te esperas, y más cuando nunca había sufrido ningún tipo de enfermedad cardíaca”, describe Casulleras.
Durante cinco días estuvo en coma inducido para evitar que el cerebro pudiera quedar afectado o quedarse en estado vegetal. Cinco días después, despertó. “Perdí la memoria de aquella semana antes de que me ocurriera “eso”.
– ¿No te gusta pronunciarlo?
– No
Dos semanas y media fue el período que Casulleras estuvo custodiado en el centro médico. 15 días en los que el fútbol catalán reaccionó en masa y se acercó al hospital para apoyarlo, tanto conocidos como equipos en los que nunca había jugado. “Jugadores, entrenadores y presidentes me vinieron a visitar y me dieron camisetas firmadas. Una época en la que todavía no había Twitter ni tanto ‘boom’ mediático en las redes sociales”.
La vuelta a la rutina no fue un trauma si se equipara con la reflexión futbolística. “Hubo un momento que te planteas dejar el fútbol y te asustas. Las primeras dos semanas tienes ese momento indeciso ya que me pilló en una buena época. Cuando va pasando el tiempo y te van guiando los médicos pues recuperas tu vida normal. El primer mes me lo pasé entero yendo a los entrenamientos para mantener el contacto con el grupo. A los tres meses y medio empecé a trotar y a los 4 meses ya jugué. Se dio un cúmulo de circunstancias para que jugara y además había ese querer regresar. Fue en El Catllar, durante los últimos 10 minutos, pero te cansas el triple o el cuádruple. Para mí era como si hubiera jugado 90”, recuerda.
Desde aquel día, el jugador rojiblanco lleva situado en el pecho un marcapasos. Cada 8 años se debe cambiar, ya que la batería no es eterna. “Cuando me pusieron el marcapasos e hice la recuperación, me citaban una vez cada 6 meses. Ahora tomo cada 2-3 días una medicación de por vida para mantener las pulsaciones en sus números normales”.